Friday, July 1, 2011

Veranos de Thamesmead


-¿Y ahora qué?-

El sudor corre por mi frente, y las paredes de cemento hacen parecer mi barrio aún mas horrible de lo que ya es. Veo a los niños jugar al pilla-pilla con las sombras de los árboles, y la que me cobija a mi empieza a huir. No sabría decir si es tarde o pronto, porque llevo tantas horas divagando que he perdido la noción del tiempo.

Y todo por esas zapatillas. Me dijo que las colgó de ahí porque le parecía arte urbano, inquietante y asombroso -ese niño siempre tuvo aspiraciones de poeta- y se volvió descalzo a su casa. Y yo le acompañé, asombrado y maravillado a partes iguales por esa espontaneidad, la esencia misma de su naturaleza, de su ser. Dios mio, recuerdo que aquella noche no dormí. Estuve tumbado junto al lago, tirando piedras a las zapatillas, para recordarles lo incómodo de su nuevo hogar.

-Qué muchacho mas loco- pensé. Y acerté.

También recuerdo esos aires de despistado que trajo cuando se mudó al barrio. Lo primero en lo que me fijé fué en su gorro, de lana y raído. No,no es cierto, lo primero en lo que posé la atención fue en qué estaría pensando cuando se mudó a Thamesmead, el que era y es el barrio mas decadente de Londres. El único autobús que pasa por aquí es el 186, que serpentea por diversos parques en un deplorable estado de abandono y termina su linea en una zona de pubs. En eso fué, si. Después en el gorro. Y un poco mas tarde en lo que había debajo. Se le enganchó en un perchero que llevaba al cuello mientras hablaba con su hermano de The Who. Pelo alborotado, oscuro e indecentemente largo caía en cascada sobre una cara redonda y risueña, pero seria.

Yo estaba apoyado en el murete que hay frente a mi piso. Mi madre daba gritos al ritmo de "like a virgin" y yo me fumaba un cigarrillo viendo pasar las horas y los nuevos vecinos. ¡Sorpresa! Tomó el ascensor que correspondía a mi bloque y se bajó en mi piso. Viviría en la tercera puerta de la izquierda. Sacó las llaves del bolsillo de sus vaqueros y se le cayeron al suelo inmediatamente. Las recogió y se colocó bien las gafas. Abrió la puerta tras una patada, ya que con el calor las puertas de metal se dilatan bastante, y entró en la casa.

Pero no sin antes quitarse las zapatillas.

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